Fundación hasta Siglo XIX

Origen y Fundación

Si bien hasta la fecha no se ha localizado ningún documento que fije el origen de una Cofradía existente en la parroquia de San Bartolomé bajo la advocación de “Las Angustias”, las investigaciones sobre protocolos notariales llevadas a cabo, recientemente, por el Doctor en Historia, José F. Iniesta, han hallado en testamentos otorgados entre 1600 y 1602 la mención a la Cofradía de la Virgen de las Angustias, lo que hace presumir que el origen más remoto podría situarse entre 1599 y 1600.

Durante el siglo XVII, con el crecimiento de la ciudad, y por tanto también del de los gremios tan propios a fundar capillas y cofradías, la parroquia de San Bartolomé, emplazada entre las calles que agrupaban a los plateros y bordadores de la ciudad (calles Platería y Trapería) sirvió de sede a varias Cofradías, constando el precedente de una primera Congregación de Servitas erigida en 1665, a la que se vincularon destacados miembros de dichas corporaciones profesionales. En la primera mitad del siglo XVIII desaparece el rastro de esta primera Congregación, no así el de la devoción de la feligresía de San Bartolomé a la Virgen en su advocación de “Las Angustias” que lleva a que, el 27 de febrero de  1739, por indicación del Cura párroco, Casimiro Sánchez de León, el Sacristán Mayor de dicha Iglesia, Pedro Alonso Lumeras, encargue a Francisco Salzillo Alcaraz “la primorosa imagen de María Santísima de las Angustias”, con el “ánimo de colocarla en esta iglesia” y  siendo sufragada “con las limosnas de su feligresía y de otros devotos”.

Quince años después de la entrega de la imagen a la parroquia,  fray Francisco Morote, en la censura de las Reglas para los Servitas de San Bartolomé, dada el 15 de diciembre de 1755, indica que la Escuela de María Santísima de las Angustias y Congregación de los Servitas, fue “nuevamente erigida en la Iglesia Parroquial del Señor San Bartolomé, por nuestro devotísimo fundador, Casimiro Sánchez de León, en 1755”, constando, igualmente, en ese año, su inscripción  como tercera orden en la documentación ad hoc de los Servitas, en el Archivo de Roma.

 

De la fundación a los años finales del siglo XVIII

La particular espiritualidad de la Congregación de Servitas, tan distinta a la de otras cofradías existentes en Murcia en la época (misa semanal todos los viernes del año, confesión y comunión mensual, septenario en Septiembre y novena en Cuaresma) tuvo gran acogida en la ciudad, de forma que solo quince años después de la fundación, en 1771, contaba con 800 congregantes, inscritos en coros masculinos y femeninos, y declarando unos gastos anuales de 1.700 reales, cuando la media de las demás cofradías era de unos 500 reales. Coincidiendo con ese momento de esplendor, dado que se habían iniciado las obras de reconstrucción de la iglesia de San Bartolomé, en 1766 los Servitas compran el solar anejo al templo para erigir allí su capilla. La construcción de la capilla se desarrolló entre 1767 y 1795, finalizando con el retablo y camarín de la Virgen de las Angustias cuya imagen fue traslada definitivamente a su nuevo emplazamiento en 1797.  El retablo ejecutado por el arquitecto José Navarro David, constituye una de las principales muestras del arte académico de la Ilustración en Murcia, lo que unido a la decoración del camarín realizada por el pintor italiano Paolo Sistori, y a los magníficos cuadros que representaban los siete dolores de la Virgen, confirió al espacio una magnificencia en la que quedaba reflejada el lugar preeminente que ocupaba la Congregación Servita en el escenario devocional de la ciudad.

 

El siglo XIX

Tras la Guerra de la Independencia, en una época de crisis general para todas las Cofradías, que se vio agravada por las desamortizaciones eclesiásticas, la Cofradía de Servitas sufrió continuos altibajos quedando muy reducida. Hacia 1845, después de la desamortización de Espartero se experimenta una restauración gracias, tanto a la tradicional vinculación de la burguesía del comercio y la nobleza murciana con la Congregación, como al apoyo de la Cofradía de Ntro. Padre Jesús Nazareno ligada a la de Servitas por  la “costumbre inveterada de asistir y regir el paso de María Santísima de las Angustias” en su procesión de Domingo de Palmas.  Unido a las sucesivas camareras de la Virgen (Marquesa de Ordoño, Condesa de Roche, Antonia Borja de Noguera, …), en este resurgir también fue determinante el hecho de que S.S. el Papa Pio IX, incrementase las indulgencias con que la Cofradía murciana contaba desde antiguo, distinguiéndola, por otro lado, con la autorización para cambiar el negro del hábito servita por el color azul celeste símbolo de la Inmaculada Concepción, cuyo dogma había definido dicho pontífice el 8 de diciembre de 1854 (Bula Ineffabilis Deus).

La continuidad de los Servitas murcianos a lo largo del periodo de la Restauración borbónica queda avalada, tanto por el incremento del ajuar suntuario de la imagen de la Virgen de las Angustias (que ya contaba con importantes piezas de los plateros Manresa o Ruiz Funes) que se ve enriquecido por sudarios, nipis, coronas dolorosas, doseles, candelería, como por la relevancia que adquieren sus cultos y procesiones. El 18 de marzo de 1894 estrena el trono de estilo rococó realizado por el tallista Martínez Cantabella, el 7 de abril de 1895 se suman a la ornamentación del paso las bombas de iluminación, ese mismo día, en la Procesión, se interpretan cinco marchas fúnebres compuestas para Servitas, por  Agustín Rubio, Julián Calvo, Gaspar Espinosa, Fresneda y Maestro Carvajal, .etc.

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